Sin vacilar, abrió la puerta de un golpe y se sentó en el estrado, ocupando su asiento junto con los demás arcángeles.
-Compañeros- dijo a modo de saludo, hundiéndose en la silla.
Los demás lo miraron con desaprobación.
-Gabriel- dijo Génesis negando con la cabeza- Llegas tarde.
-Ya, lo siento- dijo cansado.
-Ya hablaremos mas tarde de esto. Miguel...
-Que pase- dijo este imponente.
La puerta principal se abrió, dejando ver a un guardia que cogía por el brazo a una joven diablesa que temblaba.
El guardia habló primero.
-Señores, esta hija de Satán ha llegado recientemente con un mensaje para mis Señores. La arcángel Génesis la ha permitido pasar al cielo. No ha querido abrir el pico en todo el día. Dice que solo hablará con Los Arcángeles.
La miró con profundo desprecio.
-Bien- dijo Miguel. Él, como siempre, tenía un sillón en el centro de la mesa de Los Arcángeles.- Puedes marcharte, gracias. Tú- dijo señalando a la diablesa- No.
El guardia,hizo una inclinación de cabeza y se marchó.
-Empieza a hablar, oscura- dijo Miguel clavando sus fríos ojos índigo en la joven- ¿Quién te ha mandado aquí, y con qué fin?
Ella tembló.
-Seré muy breve, Señor. Me manda mi amo. Hace saber a Los Arcángeles que tiene en su poder a una joven ángel con mucho poder dentro .Pero que muchísimo poder. Solo quiere algo a cambio de ella; El anillo de Miguel.
Gabriel se envaró y se puso en pie.
-¡¡Tú!!- gritó yendo hacia la diablesa- ¡¿Quién es tu amo?! ¡¿Cómo ha conseguido a Claire?!
Miguel abrió mucho los ojos.
-Cálmate, Gabriel. Sea donde sea que esté esa ángel tiene que estar bien, si no no negociarían en devolvérnosla.
Gabriel temblaba de ira.
-Exijo ahora mismo una audiencia con tu amo- le dijo furioso a la diablesa.
-Mi señor, no creo que mi amo esté dispuesto a eso, es bastante testarudo cuando quiere, pero puedo volver y contarle lo que ha sucedido aquí, si os parece bien- dijo ella retrocediendo.
-No. Si quiere negociar con algo será contigo. ¡Guardias!
De las paredes salieron dos enormes y corpulentos guardias que la paresaron.
-¡Gabriel!- tronó la voz de Miguel- ¡Vuelve ahora mismo a tu asiento!
Gabriel giró la cabeza. Se encontró con los imponentes ojos de Miguel mirándolo, como siempre, calmado y aterrorizadoramente serio.
Gruñó y volvió a su asiento sin dejar de mirar a la diablesa.
Miguel retomó la palabra.
-Como iba diciendo, caída, ¿Es cierto lo que me dices?
-Sí, mi señor, se lo juro.
-La palabra de los caídos no es verdadera nunca. Acárcate aquí- dijo levantándose.
Ella se acercó vacilante.
Miguel le tomó la muñeca.
Hizo una muecade dolor. Cuando los ángeles y los demonios se tocaban, esa parte con la que habían tocado al otro, dolía como si ardiera.
Pero Miguel era fuerte y lo soportaba. Ademas, era su obligación, ya que veía los pensamientos de otros seres con tocarles la muñeca.
A los pocos minutos, Miguel le soltó la muñeca, pensativo.
-Por una vez, es cierto, caída. Tu amo tiene a uno de los nuestros, y supongo que sabrá, que eso viola los acuerdos.
-Mi amo lo sabe todo, señor.
Él volvió a su asiento, frunciendo el ceño.
-Si tu amo sabe que eso viola los acuerdos, o es un suicida o es un ignorante. Y pocas veces son los demonios ignorantes- dijo Adrién, incorporándose.
La diablesa se retiró del estrado, lentamente. Los guardias la apresaron rápidamente.
-Márchate, y no vuelvas, caída. Sabes que tu presencia es irritante.- dijo Génesis tocándose las sienes- Guardia, llévala a la barrera, donde los prisioneros. Lógicamente, no podemos dejarla marchar. Tu amo contaría con eso. Cuando un demonio o un ángel pasa las barreras, no puede volver jamás.
-¡No!-dijo la diablesa con un grito ahogado- ¡No pueden hacer eso! ¡Mi amo se enfadará! ¡No le agradará en nada! ¡Déjenme volver!
Se revolvió pero los guardias la apresaron con fuerza.
-Tu amo, que no ha querido revelarnos su identidad, contaba con que no volverías, caída. No des guerra y asume tu desdicha- dijo Izhuriel, con fuerza.
-¡Que no, le digo! ¡Conozco a mí amo, y no lo sabía! ¡Dejadme ahoraaa!
Miguel hizo un gesto y los guardias se la llevaron, fácil y pacíficamente.
Los Arcángeles se quedaron solos en la sala.
-Hermanos, hemos sido testigos de una violación a los acuerdos, compuesta por nuestros ancestros, unos acuerdos que los caídos aceptaron. Que se abra votación. ¿Quién de nosotros vota que haya una manifestación para que nos expliquen lo ocurrido?- Dijo Miguel.
Todos levantaron la mano.
-Yo iré contigo, Miguel,digas lo que digas- Gabriel posó sus cálidos ojos verdes en los índigo de Miguel.
-Está bien, Gab. Estás preparado- dijo con una sonrisa.
Gabriel giró la cabeza. Se encontró con los imponentes ojos de Miguel mirándolo, como siempre, calmado y aterrorizadoramente serio.
Gruñó y volvió a su asiento sin dejar de mirar a la diablesa.
Miguel retomó la palabra.
-Como iba diciendo, caída, ¿Es cierto lo que me dices?
-Sí, mi señor, se lo juro.
-La palabra de los caídos no es verdadera nunca. Acárcate aquí- dijo levantándose.
Ella se acercó vacilante.
Miguel le tomó la muñeca.
Hizo una muecade dolor. Cuando los ángeles y los demonios se tocaban, esa parte con la que habían tocado al otro, dolía como si ardiera.
Pero Miguel era fuerte y lo soportaba. Ademas, era su obligación, ya que veía los pensamientos de otros seres con tocarles la muñeca.
A los pocos minutos, Miguel le soltó la muñeca, pensativo.
-Por una vez, es cierto, caída. Tu amo tiene a uno de los nuestros, y supongo que sabrá, que eso viola los acuerdos.
-Mi amo lo sabe todo, señor.
Él volvió a su asiento, frunciendo el ceño.
-Si tu amo sabe que eso viola los acuerdos, o es un suicida o es un ignorante. Y pocas veces son los demonios ignorantes- dijo Adrién, incorporándose.
La diablesa se retiró del estrado, lentamente. Los guardias la apresaron rápidamente.
-Márchate, y no vuelvas, caída. Sabes que tu presencia es irritante.- dijo Génesis tocándose las sienes- Guardia, llévala a la barrera, donde los prisioneros. Lógicamente, no podemos dejarla marchar. Tu amo contaría con eso. Cuando un demonio o un ángel pasa las barreras, no puede volver jamás.
-¡No!-dijo la diablesa con un grito ahogado- ¡No pueden hacer eso! ¡Mi amo se enfadará! ¡No le agradará en nada! ¡Déjenme volver!
Se revolvió pero los guardias la apresaron con fuerza.
-Tu amo, que no ha querido revelarnos su identidad, contaba con que no volverías, caída. No des guerra y asume tu desdicha- dijo Izhuriel, con fuerza.
-¡Que no, le digo! ¡Conozco a mí amo, y no lo sabía! ¡Dejadme ahoraaa!
Miguel hizo un gesto y los guardias se la llevaron, fácil y pacíficamente.
Los Arcángeles se quedaron solos en la sala.
-Hermanos, hemos sido testigos de una violación a los acuerdos, compuesta por nuestros ancestros, unos acuerdos que los caídos aceptaron. Que se abra votación. ¿Quién de nosotros vota que haya una manifestación para que nos expliquen lo ocurrido?- Dijo Miguel.
Todos levantaron la mano.
-Yo iré contigo, Miguel,digas lo que digas- Gabriel posó sus cálidos ojos verdes en los índigo de Miguel.
-Está bien, Gab. Estás preparado- dijo con una sonrisa.